Bodas de Oro de la Renovación Carismática Católica

El Papa Juan XXIII, llamado el “Papa bueno” cuando convocó al Concilio Vaticano II, el 25 de diciembre de 1961 compuso una oración al Espíritu Santo que se debía hacer en   las celebraciones de la Iglesia Católica a lo largo de todo el mundo.  La oración decía así:

“Repítase en el pueblo cristiano el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén, después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia Naciente se encontró unida en comunión de pensamiento y de plegaria con Pedro y en torno a Pedro, pastor de los corderos e las ovejas.  Dígnese el Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la plegaria que ascienda a Él desde todos los rincones de la tierra.  Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés”.

Esta oración fue una plegaria profética que anunciaría para la Iglesia tiempos nuevos de renovación impulsada por esa fuerza de lo alto, que nos hace testigos entusiastas del Resucitado en todo el mundo. (cfr. Hechos 1,8).  “La década de los 60 fue testigo de cómo Dios respondió a la oración de Juan XXIII.  El Concilio Vaticano II fue un pasar del Espíritu Santo por nuestro tiempo” (P. D. JARAMILLO, Historia de la Renovación Carismática Católica, Corporación Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá 2010, 15).

El P. Diego se hace esta pregunta clave:  ¿Cuándo y dónde comenzó la RCC? 

El afirma que la respuesta es difícil de dar.  El 15 de agosto de 1960 apareció en la revista “Time” un artículo en el que se leen estas frases:  “Soy católico romano y desde hace años el hablar en lenguas hace parte integrante de mi culto a Dios”. Sin embargo, afirma P. Diego ese y posiblemente muchos otros resurgires de los carismas fueron experiencias aisladas.  Ciertamente los grupos que hicieron historia y que más influyeron en la Corriente Carismática Católica se remontan a 1967, en tres universidades norteamericanas.

“En la década de los 60 en las universidades de Nuestra Señora, en South Bend (Indiana), y en la de Duquesne, en Pittsburg (Pensilvania), se formaron grupos de estudiantes y profesores deseosos de vivir ardientemente la fe:  vigilias bíblicas, asambleas de canto y enseñanza, oración espontánea, misas juveniles seguidas de ágapes para compartir, etc.., eran expresiones normales de vivencia fraternal que, sin embargo, como tantas obras e intentos languidecían tras el primer entusiasmo”.

Afirma el P. Diego una autoridad en el asunto :  “Quizá el pionero fue Ralph Keifer, laico, casado, profesor de Notre Dame en 1965.  Steve Clark, estudiante de filosofía en la Universidad de Yale a su lado Ralph Martin, alumno de filosofía en Notre Dame (1960-64).  Así llegó el 3 de enero de 1967, fiesta del bautismo de Jesús (…). En esa festividad el grupo se congregó a las siete y media de la noche en casa de Florencia Dodge, y en él participaron cuatro católicos:  Ralph Keifer y su esposa Bobbi, Patrick Bourgeois y William Storey profesor de historia de la Iglesia.  Cuando terminaba la reunión, Storey dijo:  Vine a recibir el bautismo en el Espíritu Santo, y no me voy hasta que lo haya recibido”. Un asistente al grupo oró por él diciendo: “Señor tu conoces su corazón y sus necesidades.  Llénalo ahora con tu Espíritu”.  

Ocho días después, el 20 de enero, regresaron a dicho grupo Ralph y Patrick, pidieron que oraran por ellos y recibieron la efusión del Espíritu Santo.  Poco después uno de ellos escribiría:  “Fue como si hubiera entrado en un inmenso mar, solo que el agua era Dios, el agua era el Espíritu Santo”.

Las crónicas guardan, además de los ya citados, algunos nombres de los participantes a ese retiro del 18 y 19 de febrero de 1967:  Patty Gallagher, Karin Sefcik, el Padre Healey y Davidad Mangan.  Este fue precisamente el que planteó la gran pregunta: ¿No se podría renovar nuestra confirmación y suplicar al Espíritu Santo que volviera de nuevo sobre nosotros?  Y cuando el Espíritu Santo llenó a los participantes, Storey dijo:  “El Señor Obispo se va a sorprender cuando sepa que todos fueron bautizados en el Espíritu Santo”.  Este fue, pues, el pesebre de la RCC y según dice Patty Galleger sucedió como si allí se estuviera escribiendo el primer capítulo de un nuevo libro de los Hechos Apostólicos”.

En Colombia los primeros carismáticos llegaron al barrio Minuto de Dios en 1967. Un grupo de sacerdotes y pastores norteamericanos que visitaban el país y deseaban como buenos carismáticos, compartir la experiencia del Espíritu, fueron recibidos por el Padre Rafael García Herreros y Diego Jaramillo.  Uno de esos pastores, Samuel Ballesteros, pastor bautista quiso regresar a Colombia y se ofreció para ayudar a los sacerdotes de la parroquia y predicó incansablemente incasablemente a Jesucristo, sin el menor asomo de proselitismo.  

El resultado de su labor empezó pronto a germinar: en 1969 había ya en el colegio del Minuto de Dios un grupo de oración con alumnos de último año.  Poco después la ola renovadora llegó al seminario mayor de los padres eudistas, Valmaría, donde el rector era el P. Diego Jaramillo.

Mientras tanto la renovación seguía incubándose.  Basta leer las cartas y las intervenciones del P. García Herreros a lo largo de los años 69 y 70 para detectar un proceso en vías de afirmación y madurez. Afirma el P. Diego:  “Quiero reconocer lo que debe la Renovación Carismática en Colombia al P. García Herreros. El fue el propulsor incansable:  en sus alocuciones de la radio o la televisión, en sus cuentos y escritos, en los esfuerzos por formar comunidades, en el anhelo de propicias encuentros y jornadas de toda índole y en la paciencia para soportar las incomprensiones más inesperadas.  El P. García Herreros fue una permanente gracia de Dios para Colombia. Dios lo usó abundantemente y en él la gracia del Señor no fue vana.   

Damos gracias a Dios por estos 50 años de esta corriente de gracias que ha dado muchos frutos en toda Colombia y en el mundo:  vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa, comunidades laicales, algunas de alianza, tantos ministerios de evangelización, de música y de trabajo social.

Una de las comunidades nacidas en este contexto carismático fue la Comunidad Alegría, nombre sugerido por el P. García Herreros para una Comunidad que se encargaría de la Pastoral Familiar en el Minuto de Dios.

Los recuerdo a todos en mi oración y los confío a los corazones amantes de Jesús y de María,

P. Raúl Téllez V. CJM

Director Pastoral Familiar Minuto de Dios
rtellezv@hotmail.com