Ante la "catastrofe antropológica" que estamos viviendo

En Colombia en estos días además de las inundaciones que han afectando a gran parte de nuestros campos y ciudades, y destruyendo con casas, cultivos, carreteras, etc. estamos padeciendo, tristemente, una verdadera catástrofe antropológica y ética que afecta a todos los estratos de nuestra sociedad.

Los altos niveles de corrupción, en lo público y lo privado, la inseguridad, el desconocimiento práctico del valor sagrado de la vida, -como en el caso del asesinato del  P. Gustavo García CJM., todos los ataques contra la familia y tantas situaciones de destrucción del tejido humano en nuestras ciudades, nos reflejan que estamos en una verdadera emergencia.

Juan Pablo II nos ha señalado que la crisis moral depende de la crisis antropológica.  La encíclica Veritatis Splendor ha señalado que la solución a la crisis moral pasa por el principio antropológico, es decir, por una correcta comprensión de la condición humana.

Los invito a reflexionar en estas iluminadoras palabras de Juan Pablo II.

“La cultura contemporánea ha perdido en gran parte este vínculo esencial entre Verdad-Bien-Libertad y, por tanto, volver a conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de la exigencias propias de la misión de la Iglesia, por la salvación de mundo”.

“La pregunta de Pilato: ‘Qué es la verdad?, emerge también hoy desde la triste perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quién es, de dónde viene ni a dónde va.  Y así asistimos no pocas veces al pavoroso precipitarse de la persona humana en situaciones de autodestrucción progresiva.  De prestar oído a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer el carácter absoluto indestructible de ningún valor moral.  Está ante los ojos de todos el desprecio de la vida humana ya concebida y aún no nacida; la violación permanente de los derechos fundamentales de la persona; la inicua destrucción de bienes necesarios para una vida meramente humana.  Y lo que es aún más grave: el hombre ya no está convencido de que sólo en la verdad puede encontrar la salvación.  La fuerza salvífica de la verdad es contestada y se confía sólo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autónomamente lo que es bueno y lo que es malo”.

Este relativismo se traduce, en el campo de la vida espiritual, en la desconfianza en la sabiduría de Dios, en el plan de Dios que guía al hombre con la ley moral(…). En definitiva, desconocen que la ley de Dios es siempre el único verdadero bien del hombre”. (VS n. 84)

-El Hombre es una realidad más allá de cualquier invención ideológica. El gran teólogo Karl Rahner habla de comenzar con recuperar el valor de la dignidad humana: “En general, dignidad significa, dentro de la variedad y heterogeneidad del ser, la determinada categoría objetiva de un ser que reclama -ante sí y ante los otros- estima, custodia y realización (…). En último término se identifica objetivamente con el ser de un ser”.

Qué bueno sería que desde nuestra Pastoral Familiar trabajásemos porque a ningún ser humano, pobre o rico, le faltara este mínimo humano: estima, cuidado y realización. Una persona en estas condiciones de humanidad, jamás levantará la mano para herir, ofender y menos para atentar contra el valor sagrado de vida.

Se necesita reconocer el carácter sustantivo de la condición humana.  El hombre es la realidad más consistente; más aún, como el núcleo fontal de toda realidad.  El hombre es una realidad más allá de la invención ideológica. Desde los datos de las diversas ciencias (biología, psicología, filosofía, etc.) se puede formular un acercamiento a la comprensión integral del ser humano en cuanto ser de significados últimos y de valores absolutos, sin caer en reduccionismos.

Esto conduce a la comprensión  del hombre como subjetividad.  Desde esta original condición de sujeto cabe hacer la distinción entre “cosa” y “persona”.  La lengua lo distingue:  algo y alguien, nada y nadie, qué y quién.

Al reconocer la consistencia del hombre en cuanto sujeto real, se comprende lo humano no desde las “mediaciones” (políticas, económicas, culturales), sino desde la originalidad de su propio ser.  Las mediaciones tienen importancia en la construcción de la historia humana, pero siempre desde la presencia original e inmediata de la persona.  De este modo adquiere relieve el carácter único e insustituible del ser humano.  Cada hombre goza del valor de ser humano únicamente en la calidad y no en la cantidad.

Dese esta comprensión del ser humano como persona se puede plantear el proyecto ético de la historia humana. Con esto no se pretende oscurecer la importancia de las  “mediaciones” sociales para la comprensión de lo humano. Toda transformación económica y política cobra densidad humanizadora si parte de la afirmación del valor primordial del hombre como sujeto, es decir, como persona.

Cristianos, creyentes y no creyentes, pensadores en general están de acuerdo en que el hombre constituye un centro de valor y hay una convergencia hacia el reconocimiento de la grandeza y dignidad del hombre y que es al hombre al que hay que salvar.

Este es también el criterio para entender la relaciones de Dios con el hombre: “Dios llama ciertamente a los hombres para servirle en espíritu y en verdad, en virtud de los cual esto quedan obligados en conciencia pero no coaccionados.  Porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana que El mismo ha creado, la cual debe regirse por su propia determinación y gozar de libertad” (Vaticano II).

La doctrina social de la Iglesia encontró en el concepto de grandeza/dignidad Humana la traducción adecuada del valor ético. Los obispos en Puebla consideran la dignidad humana como la expresión de la “verdad sobre el hombre”, uno de los tres núcleos básicos del contenido de la Evangelización en el presente y futuro de América Latina (verdad sobre Cristo, verdad sobre la Iglesia y verdad sobre el hombre).  Por su parte Juan Pablo II afirma que “en realidad ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva.  Se llama también cristianismo. (Juan Pablo II, Redemptor hominis ns.13-17).

Los recuerdo a todos con cariño sacerdotal y los confío a todos a los corazones amantes de Jesús y de María.

P. Raúl Téllez V. CJM
Director Pastoral familiar "Minuto de Dios"
rtellezv@hotmail.com

No solo parejas, también familias!