La Genitorialidad: Ser "Padre" y ser "Madre"

“Genitorialidad” es una palabra nueva para nombrar una realidad antigua.  Este sustantivo italianizante proviene de progenitores (genitores en latín) e indica la compleja realidad de ser padre y de ser madre.  El concepto y la realidad de la “genitorialidad” han de ser entendido con el concepto y la realidad de la “filiación”, ya que son dos conceptos correlativos.

La definición de la genitorialidad expresa  el significado de la transmisión de la vida dentro de la especie humana. Tiene, obviamente, un componente biológico; pero este nivel biológico queda plenificado  por los significados específicamente humanos: psicológicos, relacionales, culturales, religiosos, etc.

Juan Pablo II propone una noción completa de genitorialidad al afirmar:  “La paternidad y maternidad humanas, aun siendo biológicamente parecidas a las de otros seres de la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial y exclusiva, una ‘semejanza’ con Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de vida humana, como comunidad de personas unidas en el amor (communio personarum). (Carta a la familias n.6).

El mismo Juan Pablo II va a insistir en muchas ocasiones sobre este significado amplio y profundo de las realidades de la paternidad/maternidad:

“En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco ‘conocimiento’ que les hace ‘una sola carne’ (Gén 2,24), no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana.  De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre”.

En la misma Familiaris consortio n. 14 agrega:  “Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el de una nueva responsabilidad.  Su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, ‘del que proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra’ (Ef 3,15)”.

El Papa también es consciente de las dificultades que están viviendo hoy muchas parejas que no pueden concebir un hijo:  “Sin embargo, no se debe olvidar que incluso cuando la procreación no es posible, no por esto pierde su valor la vida conyugal.  La esterilidad física, en efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la persona humana, como por ejemplo, la adopción, las diversas formas de obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o minusválidos”. Ana antes del nacimiento de su hijo Samuel vivía desconsolada y Alcaná, su marido le dijo: Ana, ¿por qué te afliges? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos? (1ª Samuel 1,8)

Veamos ahora unas nuevas formas de genitorialidad. La descomposición de la familia, por razón de la separación o del divorcio ha dado lugar a la presencia normal de una figura parental: LOS NUEVOS “PADRASTOS” Y NUEVAS “MADRASTAS”.  Estas figuras nos muestras, que culturalmente hablando, se puede tener más de un “padre” y una “madre”.  Por otra parte, su presencia origina notables cambios en la organización de las relaciones entre los padres, tanto biológicos como jurídicos y culturales, y entre los padres (biológicos y culturales) y los hijos (biológicos o culturales).  Y la misma convivencia fraternal entre los “míos”, los “tuyos”, los “nuestros” como en las familias recompuestas.

Como se ve, las relaciones intrafamiliares adquieren una complejidad nueva y se requieren nuevos aprendizajes para estas nuevas formas de genitorialidad.  La experiencia indica, por ejemplo, que es más difícil ser madrasta que ser padrastro. En estos años he presenciado y bendecido el matrimonio de parejas que aportaban los hijos de uniones precedentes y he encontrado en varios esposos corazones muy generosos capaces de acogerlos como  a sus propios hijos.

Veamos algunos “impactos” que recibe hoy la “genitorialidad”:

-La prolongación de la presencia del hijo en el hogar origina, en consecuencia, un alargamiento de la genitorialidad:  los padres son “padres” durante más tiempo.

-La limitación del número de hijos hace que la genitorialidad se contraiga y se manifieste con toda su fuerza sobre en número reducido de hijos (uno o dos).

-La cultura actual tiende a  sobre-culpabilizar a los padres de los males que producen  los hijos y los males que éstos realizan.

-En términos generales, se ha producido una disociación entre conyugalidad y genitorialidad:  una cosa es ser “cónyuges” y otra distinta es ser “progenitores”.

El Papa Juan Pablo II era consciente de las crisis que producen los cambios en la familia tradicional:

“La experiencia enseña que el amor humano, orientado por su naturaleza hacia la paternidad y hacia la maternidad, se ve afectado  a veces por una crisis profunda y por tanto se encuentra amenazado seriamente. En tales casos, habrá que pensar en recurrir a los servicios ofrecidos por los consultorios matrimoniales y familiares, mediante los cuales  es posible encontrar ayuda, entre otros, de psicólogos y psicoterapeutas específicamente preparados.  Sin embargo, no se puede olvidar que son siempre válidas las palabras del Apóstol:  ‘Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra’ (Ef 3,14-15)”. La Maternidad y la Paternidad hace parte del bello misterio de Dios.

Y terminamos con esta profesión de fe del Papa que nosotros en Comunidad Alegría y en la Pastoral Familiar del Minuto de Dios hemos asumido con todo convencimiento:

“El matrimonio, el matrimonio sacramento, es una alianza de personas en el amor. Y el amor puede ser profundizado y custodiado solamente por el Amor, aquel Amor que es ‘derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que  nos ha sido dado’ (Rm 5,5)”(…). La oración de la Familia, ¿no debería concentrarse en el punto crucial y decisivo del paso del amor conyugal a la generación y, por tanto, a la paternidad y maternidad? (…). El Apóstol, doblando sus rodillas ante el Padre, lo invoca para que ‘conceda… ser fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior’ (Ef 3,16).  Esta ‘fuerza del hombre interior’ es necesaria en la vida familiar, especialmente en sus momentos críticos es decir, cuando el amor –manifestado en el rito litúrgico del consentimiento matrimonial con la palabras:  ‘Prometo serte fiel… todos los días de mi vida’- está llamado a superar una difícil prueba”. (Carta a las Familias n. 7).

Les informo que estamos preparando ya nuestro próximo Congreso Regional de Matrimonio para el sábado 8 de octubre en el Colegio Virrey Solís. Tendremos como predicador invitado al Padre Charly García.  Espero encontrarlos  y poder renovar esa bella comunión espiritual entre todas las parejas de los Encuentros de Renovación Matrimonial.

Los recuerdo a todos/as en mi oración y los entrego a los corazones amante de Jesús y de María,

Fraternalmente,

P. Raúl Téllez V. CJM
Director Pastoral familiar "Minuto de Dios"
rtellezv@hotmail.com

No solo parejas, también familias!