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Las nuevas ideologías radicales del "género": Amenaza a la Fe Cristiana y destrucción de la familia natural

En este primer boletín del comienzo del año 2013, “el año de la fe”, quiero saludar a cada una de las parejas y familias que se acercan a la Pastoral Familiar del Minuto de Dios y a la Comunidad Matrimonial “Alegría” y desearles  las más grandes bendiciones en el amor de Jesús y de María.

Quiero proponerles a todos un tema de reflexión  que está en mi corazón de pastor, por la problemática que estoy escuchando en la entrevistas con parejas y padres de familia, y que hace 23 años, cuando inicié este servicio no advertía.  Se trata de la radical ideología de GÉNERO. La fuente de esta reflexión la tomo del  Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân en la Enseñanza social Católica, Rapporto sulla Dottrina sociale nel Mondo 2012 [Informe acerca de la Doctrina social de la Iglesia en el Mundo 2012], Edizioni Cantagalli, Siena 2012.

El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que atentar, a lo que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema “gender” –“género”-, como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía.

La falsedad profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente: el hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear.

Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creados por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios lo ha establecido.

Se concluye que para nuestra fe en el Dios Creador, la diferencia sexual como dato originario es un hecho irrenunciable.  Lo que impulsan esta ideología nos están diciendo que ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27).  Sino que nacemos como seres abstractos, neutros y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto, independientemente del dato natural.

Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza.  Muchos deploramos la manipulación de la naturaleza por lo que se refiere al medio ambiente, pero aquí nos enfrentamos a una manipulación más perversa: cada uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera, si desea un día ser hombre y al otro ser mujer.

Esto es una amenaza a la familia natural: si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Allí donde la libertad “de hacer” se convierte en libertad “de hacerse por uno mismo”, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre.

En realidad el sexo desaparece en esta definición, queda absorbido por lo que se llama género y no sólo por el género como algo objetivo, cultural, sino por el género entendido como aquello que la persona siente, la vivencia íntima, el deseo.

Aquí el género está considerado en un sentido puramente inmanente, subjetivista, íntimo. En el fondo lo que pasa es que la libertad queda convertida en deseo, en puro deseo. Ya no es algo propio de la voluntad racional. No es algo que tiene que ver con las inclinaciones naturales a la verdad y al bien, con la naturaleza propia del ser humano que es varón o mujer, sino que es lo que yo deseo. Tengo derecho a cumplir mi deseo, porque soy libre; eso es la libertad.

También se observa que en la problemática del género así planteada entra el problema de la felicidad que es, en el fondo, el fin del hombre. Algunos filósofos han sostenido que la felicidad es el placer. Un viejo error,  reducir la felicidad al placer. En continuidad con lo que hemos señalado anteriormente, si no hay naturaleza sino cultura, y lo cultural es ahora lo natural; si la libertad es saciar a toda costa un deseo, cumplirlo, entonces quiere decir que la felicidad es simplemente el placer, y no la realización plena de la vida de la persona en todas sus dimensiones, sino el placer y fundamentalmente el placer sexual. Algunos comentaristas sugieren que ahora se abre un universo de erotismo totalmente nuevo, nuevas invenciones para darse el gusto, sin parámetro objetivo alguno.

Podemos preguntarnos entonces: ¿a qué queda reducido el ser humano?

Con razón el Papa Benedicto XVI insiste en que la problemática principal en la cultura contemporánea es la problemática antropológica, es decir la idea del hombre, la definición del hombre.

Hay que empezar recordando nuestras verdades fundamentales: “En el principio Dios creó al ser humano varón y mujer”, dice el Libro del Génesis; la idea del hombre, la realidad plena, total del ser humano tiene esta doble imagen diversa y complementaria: varón y mujer. La distinción y la complementariedad del varón y la mujer están orientadas a la continuidad de la humanidad sobre la tierra. En este hecho se expresa un designio divino que ni las ideologías, ni los legisladores  puede modificar arbitrariamente.

Reconocemos, tristemente, que la técnica ha hecho posible la “sexualidad desnaturalizada”, y por consiguiente, ha hecho que sea posible ser madre sin ser mujer, ser padre sin ser hombre, ser hombre aun siendo mujer y ser mujer aun siendo hombre, ser padre o madre sin saber de quién y ser hijo sin saber que de qué madre o de qué padre. La técnica hace posible, como puro ejercicio técnico por parte de un ser privado de la propia identidad. En la sociedad avanza la “absolutización de la sexualidad” en lugar del sexo, dejando a este último como algo de lo que solo habla la Iglesia católica.

La ideología gender es un nuevo colonialismo del occidente sobre el resto del mundo. Esta nueva colonización occidental es la exportación de la nada. Individuos abstractos y asexuados son, de hecho, privados de identidad si no aquella que ellos mismos arbitrariamente se dan. En su búsqueda de liberarse de todas las características naturales, eliminando la educación sexuada o sea identitaria, ellos aplazan su identidad a futuras elecciones y a futuros contratos con otros individuos, siendo vulnerables al peor de los condicionamientos, el condicionamiento de la nada.

La nueva ideología de género influye en todos los aspectos de la sociedad y la quiere fundar sobre bases antinaturales. En todos los estados en los cuales las parejas de hecho o las uniones homosexuales son reconocidas sigue inevitablemente la reforma del derecho de la familia, del régimen fiscal y de la finalidad y de los métodos de las estructuras educativas. La imposibilidad de condenar moralmente la homosexualidad para no peligrar el ser acusados de homofobia,  compromete la libre expresión de ideas, la educación de los hijos y conlleva dificultad para proponer públicamente el modelo de familia heterosexual. Las “nuevas familias” son promovidas por los medios de comunicación sin posibilidad de contradicción porque se trata de un pensamiento único que se impone.

Aboliendo por ley la familia natural, se impide hacer experiencia de familia. Hacer experiencia de familia tiene una función social, en cuanto que es la principal escuela de vida en sociedad, pero tiene también una función religiosa, porque todo el léxico de la vida cristiana es un léxico “familiar” y quien no sabe qué quiere decir Padre, Madre, Esposo, Esposa o Hijo no puede entender la revelación cristiana. No tener experiencia de familia natural destruye la sociedad y sobretodo destruye la Iglesia.

Concluye el informe del observatorio internacional Cardenal Van Thuân para la Enseñanza social Católica:  puede parecer, por estas nuestras palabras, que el futuro de la fe cristiana dependa de la dimensión natural de la procreación y de la familia, con la cultura que esto conlleva. En realidad es al contrario: es el futuro de la dimensión natural del bien humano el que depende de la fe cristiana.

Cuando los hombres se alejan de Cristo pierden de vista el auténtico bien del plano natural. Es por esto que el esfuerzo debe ser cultural, legislativo y político, por qué la procreación natural, la familia y el acoger una vida no sean reducidos a simples funciones, si no que sean vistas como expresiones del ser de una persona, en la complementariedad irreducible de hombre y mujer, sin hacerse ilusiones que esto pueda ser posible sin una profunda vida de fe y sin una nueva misionariedad religiosa, que hoy solemos llamar “Nueva Evangelización”.

Los recuerdo a todos en mi oración y les renuevo mi afecto y cercanía en mi oración personal. Los entrego a los corazones amantes de Jesús y de María,

P. Raúl Téllez V. CJM
Director Pastoral familiar "Minuto de Dios"
rtellezv@hotmail.com

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